jueves, 23 de abril de 2015

     
    En Casablanca recogí el famoso A4. Emprendí el camino de regreso de éste fantástico viaje, pero el destino aún me tenía reservada una última sorpresa.

     Casi todo el viaje de Casablanca a Ceuta lo hice con las ventanillas abiertas  por el olor a pintura y macilla, pues  acaba de sacar    el  coche  del taller de  chapa y pintura y el olor a pintura  era fortísimo.

       Conforme pasaban los kilómetros el "colocón " por la  pintura y disolvente   iban en aumento.

      Llegué a la frontera de Ceuta, un miércoles cualquiera de un mes de febrero cualquiera, la cola de coches ese día era extraordinaria. Sellé mi pasaporte sin más contratiempos.

       Y llegó el momento del coche, se acercó un agente de aduanas a inspeccionar el vehículo, los métodos que usan son arcaicos pero eficientes,  el agente con un destornillador cogido del revés golpeaba las zonas huecas del coche y aquello debía sonar " toc toc" como él estaba acostumbrado, pero ese día, o no tenía el oído fino, o en el taller habían colocado más macilla de la cuenta. 

     Llamó a otro colega, éste me hizo abrir todas las puertas del coche, el capó, el maletero, y el " toc toc" tampoco le resultó familiar. La cola de coches a mis espaldas se iba alargando. 

   Y entonces caí en la cuenta de que el A4 lo había tenido 15 días en un taller sin control y que me podían haber metido cualquier cosa; hashih, coca, kifi, o hasta una cabra que no me hubiese enterado, en aquel momento mis atributos se me pusieron del tamaño de dos peladillas y las amígdalas como dos melones.

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