En Casablanca recogí el famoso A4. Emprendí el camino de regreso de éste fantástico viaje, pero el destino aún me tenía reservada una última sorpresa.
Casi todo el viaje de Casablanca a Ceuta lo hice con las ventanillas abiertas por el olor a pintura y macilla, pues acaba de sacar el coche del taller de chapa y pintura y el olor a pintura era fortísimo.
Conforme pasaban los kilómetros el "colocón " por la pintura y disolvente iban en aumento.
Conforme pasaban los kilómetros el "colocón " por la pintura y disolvente iban en aumento.
Llegué a la frontera de Ceuta, un miércoles cualquiera de un mes de febrero cualquiera, la cola de coches ese día era extraordinaria. Sellé mi pasaporte sin más contratiempos.
Y llegó el momento del coche, se acercó un agente de aduanas a inspeccionar el vehículo, los métodos que usan son arcaicos pero eficientes, el agente con un destornillador cogido del revés golpeaba las zonas huecas del coche y aquello debía sonar " toc toc" como él estaba acostumbrado, pero ese día, o no tenía el oído fino, o en el taller habían colocado más macilla de la cuenta.
Llamó a otro colega, éste me hizo abrir todas las puertas del coche, el capó, el maletero, y el " toc toc" tampoco le resultó familiar. La cola de coches a mis espaldas se iba alargando.
Y entonces caí en la cuenta de que el A4 lo había tenido 15 días en un taller sin control y que me podían haber metido cualquier cosa; hashih, coca, kifi, o hasta una cabra que no me hubiese enterado, en aquel momento mis atributos se me pusieron del tamaño de dos peladillas y las amígdalas como dos melones.
Y entonces caí en la cuenta de que el A4 lo había tenido 15 días en un taller sin control y que me podían haber metido cualquier cosa; hashih, coca, kifi, o hasta una cabra que no me hubiese enterado, en aquel momento mis atributos se me pusieron del tamaño de dos peladillas y las amígdalas como dos melones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario