jueves, 23 de abril de 2015


   
   Las primeras horas las dedicamos a callejear, masajes, visitamos un poco la ciudad y cenamos en un restaurante con música en vivo a orillas de una avenida muy animosa. Al segundo día, mi amigo se marchó a hacer unas gestiones a Singapur y me quedé con los más de diez millones de seres que componen los diversos poblamientos de la metrópolis. 




          
         Uno de esos días tomamos un taxi rosa, los hay de diversos colores en función de las compañías que ofrecen el servicio. El color del mismo le venía que ni de perlas al chófer, pues tenía más laca en su pelo que nuestra grande muy grande y añorada Rocío Jurado, que Dios la guarde en su gloria.





      El taxi parecía el cuarto de una de nuestras adolescentes lleno de polladas colgando por todos los huecos, así como, un número indeterminado de muñecas de peluches de color rosa en la bandeja trasera. No sé como podía ver por el retrovisor.









     Por estos lares , el mostrar la feminidad a los portadores de los cromosomas 23 en su configuración XY no provoca ninguna acritud o causticidad en el resto de sus conciudadanos. Pero esto no era una cuestión de tolerancia o templanza , era llana y simplemente una cuestión de seguridad. Que Dios lo guarde en su gloria también al chófer.

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